martes, 22 de marzo de 2016
viernes, 4 de marzo de 2016
8 de marzo: Invisibles nunca más
Hoy es un día de reivindicación y lucha. Un día en 
el que visibilizamos y reconocemos a aquellas que, contra viento y 
marea, se siguen enfrentando al poder como obreras y como mujeres. Un 
día en el que afirmamos que la realidad de la mujer trabajadora nos 
dibuja un mapa en el que la invisibilización, la pobreza, la 
discriminación y la violencia son aspectos definitorios. Un día en el 
que recordamos que la lucha de la mujer trabajadora ni es ni puede ser una lucha secundaria.
Las mujeres de clase obrera se enfrentan diariamente a una doble discriminación: por ser obreras y por ser mujeres. La brecha salarial
 alcanza niveles vergonzosos y se concreta en cosas como la menor 
retribución de las mujeres por trabajos equivalentes (como ocurre, por 
ejemplo, en la diferencia entre limpiador/a y peón); infravaloración de 
categorías tradicionalmente femeninas (camareras de piso, planchadoras, 
cuidadoras...) o  diferencias  salariales  entre  sectores  feminizados 
 y  masculinizados.
Esta discriminación también se materializa en aspectos relacionados con el acceso al empleo, la promoción o la formación:
 establecimiento de criterios de selección  falsamente objetivos (por 
ejemplo, exigir un título de automoción para trabajar en una cadena de 
montaje); criterios basados en la disponibilidad horaria o, lo que es 
peor y más habitual, ausencia de criterios de selección, lo que permite a
 la empresa contratar de forma sexista sin más explicación; eliminación 
de determinados beneficios para categorías con sobre-representación 
femenina (como pluses, cobertura de vacantes o transformación de 
contratos temporales en indefinidos); establecimiento de cursos de 
formación fuera de la jornada laboral... etc.
A esto hay que sumar que los contratos temporales en activiades de carácter permanente, los falsos contratos parciales con jornadas extenuantes o los trabajos por horas, sin cotización o sin contrato, afectan mayoritariamente a las mujeres.Todo
 ello debe ser entendido en base a que la inmensa mayoría de los 
cuidados informales y formales son llevados a cabo por mujeres y esas 
tareas, fundamentales para el mantenimiento de la sociedad, están 
profundamente infravaloradas. A esterespecto, la última reforma laboral supuso una vuelta de tuerca más
 al llevar a cabo una regresión en lo referente a la restricción de la 
posibilidad de reducción de jornada, la des-responsabilización de las 
empresas en la implementación de medidas por la igualdad y la 
eliminación de facto de cualquier atisbo de corresponsabilización entre 
hombres y mujeres.
La conciciliación se entiende como un derecho, no como una 
obligación. Es decir, no se puede obligar legalmente a un hombre a 
compatir las tareas domésiticas y que, por lo tanto, eso afecte a su 
situación laboral, de la misma manera que no se puede obligar a una 
mujer. La diferencia es que las mujeres están obligadas como 
consecuencia de la división de tareas en un sistema patriarcal, que es 
mucho más implacable que la ley.
Para rematar la faena, la paralización de la Ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia,
 con su consecuente eliminación de la cotización a la Seguridad Social 
de los cuidados familiares, supone no sólo la confirmación de que las 
personas dependientes no son consideradas sujetos de derechos sino que, 
además, esa pérdida de derechos debe ser extendida a las personas cuidadoras: que se verán todavía más aisladas, más empobrecidas y más dependientes de los ingresos de terceros.
Cuando las tareas domésticas se realizan de forma remunerada, la situación (mejorada con la entrada en vigor del Real Decreto 1620/2011) continúa siendo dantesca. Las Empleadas Domésticas son un sector que, simple y llanamente, no tiene reconocidos los Derechos Fundamentales
 que marca la Constitución Española y que está fuera del Estatuto de los
 trabajadores: pueden tener el deber de pernoctar en su puesto de 
trabajo, además de las 40 horas semanales, pueden tener la obligación de
 encontrarse a disposición 20 horas semanales más (además de las horas 
extra); no tienen derecho a prestaciones por desempleo; su despido es 
más barato y cabe el mero desistimiento; no tienen derecho a la 
jubilación anticipada ni parcial; la posibilidad de inspección se 
encuentra limitada; la nulidad del despido nunca conlleva la readmisión y
 la jurisprudencia tasa la indemnización en caso de despido nulo al 
equivalente a un despido improcedente en el Estatuto de los 
Trabajadores.
La mujer trabajadora se enfrenta diariamente no sólo a estas situaciones sino también al hecho de que esas injusticias estén normalizadas en una sociedad machista.
 Esta normalización de la desigualdad es causa de la feminización de la 
pobreza, limita que las mujeres puedan enfrentarse a la violencia de 
género y dificulta, de forma directa, la participación de la mujer en 
las luchas sindicales. La lucha de la mujer trabajadora se ve 
habitualmente ignorada, menospreciada e incluso ridiculizada.
Para la CNT, es la Clase Obrera auto-organizada la que es capaz de 
analizar, comprender y revertir esas situaciones en una lucha que, por 
se obrera y libertaria, es necesariamente antipatriarcal. Por todo ello,
 en este 8 de marzo, los trabajadores y trabajadoras de la CNT volvemos a
 afirmar alto y claro que no, que no hay luchas de segunda, hay 
oprimidas de segunda y que, por ello, continuaremos enfrentándonos a la 
invisibilización, la pobreza, la discriminación y la violencia.
Viva el ocho de marzo
Viva la lucha de la mujer trabajadora
Etiquetas:
8 MARZO,
ANARCOFEMINISMO
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