BREVE HISTORIA DE LA CNT



«En la medida de lo posible deben irse aportando ya los  materiales  de la verdadera historia del anarcosindicalismo en su  aspecto humano,  más importante que las manifestaciones burocráticas que  tanto se han  prodigado. Solamente la veracidad puede dar la verdadera  dimensión de lo  que fuimos. La verdad, la bella verdad solo puede ser  apreciada si,  junto a ella, como parte de ella misma, esta también la  fea cara de la  verdad.»

(Joan García Oliver)   

Tras la divisón en el seno del movimiento obrero entre socialistas y  anarquistas en el congreso de la Internacional en La Haya en 1872 y,  sobre todo, después del estallido de la revolución rusa,  el movimiento  anarquista fue batiéndose en retirada ante el avance  socialista en casi  todas partes. Sin embargo no sucedió lo mismo en la Península Ibérica  donde, tanto en España como en Portugal, el  anarquismo fue siempre más  numeroso y fuerte. Entre las diversos motivos que explican este fenómeno  podríamos citar:
  • Los anarquistas españoles  comprendieron el problema campesino mucho  antes que los socialistas y  arraigaron, desde los primeros tiempos, en  Andalucía, crisol  de la cuestión agraria española.
  • Los anarquistas establecieron  su base principal en Barcelona, que  era el centro industrial del país,  mientras que los socialistas lo  asentaron en Madrid, capital burocrática  de la nación, en donde el  proletariado propiamente dicho apenas  existía.
  • Los anarquistas eran propagandistas formidables e incansables.  Publicaban periódicos, revistas y folletos en abundancia. A comienzos de  siglo, el semanario Tierra y Libertad, que se editaba en  Madrid, se transformó en diario, siendo sinduda el primer diario  anarquista que se publicó en el mundo. La editorial Sampere-Prometeo, de  Valencia, dirigida por Blasco Ibáñez, publicaba a precios populares  toda la literatura anarquista de la época. Los socialistas no  concedieron nunca una importancia especial a la propaganda impresa y se  contentaban con publicar tres o cuatro semanarios en todo el país.
  • Los anarquistas eran más combativos que los  socialistas. Las   insurrecciones campesinas en Andalucía, en el último  cuarto del siglo   pasado, aunque elementales y equivocadas las más de las  veces,   encendían la llama de una ansiada liberación, cuyo rescoldo,  después   del fracaso, no se extinguía nunca. Al calor de ese rescoldo se    agrupaban los humildes campesinos y escuchaban la lectura de los    folletos de Malatesta y La Conquista del Pan de Kropotkin.
  • Los  anarquistas comprendieron la importancia que tiene la educación   de la  juventud para formar los luchadores de mañana, y crearon las   escuelas  racionalistas, cuyo principal propulsor, Francisco Ferrer, al   ser  fusilado en 1909, dio al santoral anarquista un mártir con aureola    internacional.
  • Los  anarquistas, perseguidos sin parar, adquirieron la práctica de   actuar a  la sombra, en la clandestinidad, mientras que los socialistas   procuraban  no infringir las leyes establecidas.
  • Los anarquistas practicaron el terrorismo como  arma política, y si  en  algunos casos los resultados fueron negativos, en  otros fueron   positivos.
  • Los anarquistas, aunque el número de  intelectuales que formaron  parte de sus organizaciones fue relativamente inferior,  hicieron una  inteligente política de atracción de ellos, invitándolos a  colaborar en  sus revistas y periódicos. La llamada generación del 98,  que inició  una nueva fase en la vida intelectual de España a comienzos  de siglo,  era intuitivamente anarquista. Los socialistas, en cambio,  hasta la  segunda década del siglo, desconfiaron de los intelectuales,   rechazándolos.
  • El anarquismo, un poco  místico, quijotesco, aventurero,  individualista, estaba mucho más cerca  de las características  psicológicas del pueblo español, que no el  socialismo: frío,  esquemático, formulista, disciplinado, reglamentario.
  • La primera guerra mundial determinó un rápido desarrollo  industrial  en Cataluña, con el consiguiente crecimiento del movimiento  obrero,  encuadrado y dirigido por el anarcosindicalismo.
  • Los  anarcosindicalistas comprendieron antes que los socialistas la   conveniencia de transformar las sociedades de oficio en sindicatos de   industria. La aparición del Sindicato Único (sindicato de industria) fue   revolucionaria y dio a los anarcosindicalistas un tal impulso que   alrededor de la Confederación Nacional del Trabajo gravitó la mayoría de   la clase trabajadora española.
  • Y por último, aunque no menos importante, los anarquistas dieron  pruebas de una imaginación de la que  siempre han carecido los  socialistas.
El origen de la CNT lo encontramos en la Federación Regional de  Española (FRE) de la AIT, fundada en 1870. La FRE vivió el debate  entre marxistas y anarquistas planteado en el seno de la AIT. Pero,  mientras que en las instituciones centrales de la I Internacional dominó  la corriente marxista, en la FRE se consolidó la mayoría formada por  sindicalistas y anarquistas. Finalmente el sector marxista madrileño  sería expulsado de la FRE en 1872 y constituyeron lo que ellos llamaron «la  Nueva Federación Madrileña» que, años después, daría lugar al  PSOE.

Congreso FRE. 1870.
Teatro    del Circo, Barcelona. Junio de 1870.
Primer    Congreso de la FRE y Primer Congreso Obrero en España.

Desaparecida la Internacional de los Trabajadores, las disputas  internas y en especial la represión llevada a cabo por el gobierno de la  Restauración, puso fin a la FRE, la primera experiencia  internacionalista en España. En 1881 se fundó la Federación de  Trabajadores de la Región Española (FTRE), heredera de la anterior y  que experimentó un rápido crecimiento. Pero la FTRE no tardía mucho  tiempo en verse obligada a pasar a la clandestinidad y en correr la  misma suerte que su predecesora. La dura represión -especialmete en el  campo andaluz- terminó por dividir a la Federación. Su heredera fue la Organización  Anarquista de la Región Española (OARE) que actuó desde la  clandestinidad y que inauguraría en España lo que sería conocido como la  propaganda por el hecho. Este nuevo periodo de atentados  anarquistas se prolongaría hasta finales del siglo XIX, momento en el  que se iniciaría una reorganización sindical en el país.

En 1907 se formó el sindicato catalán Solidaridad Obrera,  que recogía los restos del espíritu internacionalista así como los  planteamientos del sindicalismo revolucionario francés recogidos en la Carta  de Amiens. Ambas corrientes se hicieron una sola para terminar  convirtiéndose en lo que posteriormente se conocería como  anarcosindicalismo.

Finalmente, en noviembre de 1910 Solidaridad Obrera convocó  un Congreso Obrero Nacional en el Teatro Bellas Artes de Barcelona. En  dicho comicio se aprobó trascender el ámbito regional catalán hacia un  ámbito estatal español con el nombre de Confederación Nacional del  Trabajo (CNT). El objetivo no era otro sino «apresurar la  emancipación económica de la clase  trabajadora a través de la  expropiación revolucionaria de la  burguesía». La CNT comenzó  siendo pequeña, con alrededor de 30.000  miembros a través de varios  sindicatos y otras confederaciones. Su crecimiento fue rápido, aunque  estuvo marcado constantemente por largos periodos de clandestinidad que  debilitaron a la organización:


Congresos
Zona geográfica1910*1911191919311936
Andalucía (25) 8.029 104.622 97.478 150.210
Aragón (4) 2.461 15.577 21.937 28.946
Asturias (18) 1.520 12.907 24.881 19.510
Cantabria (0) 300 426 893 2.384
Castilla-La   Mancha (0) 342 1.799 2.664
Castilla-León (1) 174 900 7.000
Cataluña (67) 14.213 424.578 298.966 178.085
Extremadura (0) 320 1.530 2.624
Galicia (13) 555 11.079 13.208 23.134
Islas   Baleares (2) 920 110 1.025 2.598
Islas   Canarias (0) 971 9.364
La   Rioja (0) 610 2.718 2.620 5.055
Madrid (0) 946 5.474 33.003
Murcia (1) 8.682 6.131 12.078
Navarra (0) 182 1.600
País   Valenciano (9) 1.292 112.081 54.531 56.265
País   Vasco (1) 210 2.864 2.867 4.789
Ceuta (0) 3.796 5.727
Melilla (0) 2.970
Tánger (0) 30
Total (124) 29.510 705.512 534.168 548.693
*Los   datos referidos a 1910, sólo  incluyen el número de sindicatos presentes   en dicho congreso por  desconocerse el número de afiliados asistentes al   mismo.

Por  otro lado, los datos referidos a los restantes   Congresos, desde 1911 a  1936, se refieren al número de afiliados por   zonas geográficas.

Puede  haber algún descuadre numérico que no   es importante para el análisis  global de la afiliación total de la CNT.

En 1911 con ocasión de su primer congreso se convocó una huelga   general lo que provocó que el sindicato fuese ilegalizado hasta 1914. A  partir de 1916 la CNT cambió de estrategia con respecto a la UGT   estableciendo relaciones con este sindicato, lo que hizo que ambas   organizaciones convocaran conjuntamente la huelga general de 1917. Pero  la actuación de la UGT durante su desarrollo evidenció para buena  parte  de los libertarios que la dirección ugetista, aunque interesada en  la  presión social para conseguir sus objetivos, no rebasaría nunca los   límites parlamentarios que encauzaban a los trabajadores por senderos   aceptables para la burguesía.

El estallido de la I Guerra Mundial favoreció el desarrollo de la  economía  española y produjo enormes beneficios a los grandes  industriales y en el  sector agrario. En este periodo los patronos  accedieron con relativa  facilidad a las demandas obreras de mejores  salarios. Esta eficacia de  los sindicatos hizo afluir a estos grandes  masas, que vieron en ellos un  arma para arrancar mejoras a los patronos  y para defenderse, a la vez,  del movimiento alcista de los precios. La  CNT reunía en 1915 a 15.000  afiliados y a finales de 1919 había pasado  a contar con 714.000.

Para la burguesía, el anarcosindicalismo se estaba convirtiendo en   una clara amenaza para el orden social que sustentaba su hegemonía   social y económica. La prueba de fuego entre ambos se inició el 5 de   febrero de 1919 con el conflicto de la Canadiense en Barcelona,   una huelga mítica en la historia del sindicalismo libertario por su   importancia, duración y dimensiones. La huelga concluiría con un balance  bastante favorable  para los trabajadores: jornada de ocho horas,  mejoras salariales,  readmisión de los despedidos y libertad para los  detenidos.

Manifestación contra el hambre. 1916.
Manifestación  contra la carestía de la vida. 1916.

Por entonces comenzó a cundir el pánico entre los patrones,  lo que  dio origen del pistolerismo que propició un auge de la violencia,  especialmente en las calles de Barcelona. La lucha social de clases se  había convertido en el gran problema  para  las clases dirigentes del  país. Esta espiral de violencia  y  pistolerismo, iniciada por la  patronal y a la que respondió la CNT,  duraría hasta finales  de 1923   con el golpe de estado de Primo de  Rivera y que supondría la vuelta a  la clandestinidad del sindicato.

Tras la caida del dictador en 1930, la CNT volvió a la legalidad y  los sindicatos y las estructuras locales y regionales se reorganizaron   con enorme pujanza por toda la geografía española. Contrariamente a las   previsiones de Primo de Rivera, el anarcosindicalismo había sobrevivido  a  su mandato, como ya sucediera en el siglo pasado, cuando oficalmente  se  certificara la defunción de la Internacional Española.

El 14 de abril de 1931 fue proclamada la Segunda República en España.  Al poco tiempo, Largo Caballero, ministro de Trabajo y secretario  general de la UGT, implantó los jurados mixtos, que no eran sino los  comités paritarios de la Dictadura (estructura análoga a los comités de  empresa acutales). Las leyes laborales de Largo Caballero situaban a la  CNT en clara desventaja respecto a la UGT, ya que este decreto dejaba  fuera de la ley a la Confederación, sector mayoritario del proletariado  español organizado, por ir contra los principios más básicos de ésta.  Toda diferencia entre obreros y patronos tenía que ser previamente  arbitrada y, por otra parte, aquella disposición, claramente diriga  contra el anarcosindicalismo, tendía a la supresión del derecho de  huelga. Las masas obreras comprendieron prontamente que el nuevo régimen  no acertaría a colmar sus razonables aspiraciones.

Desde 1931 se propagó en los sindicatos un ambiente revolucionario  que la militancia moderada (con Ángel Pestaña a la cabeza) intentó  frenar con la publicación en agosto de 1931 del «Manifiesto de los  Treinta». Los partidos políticos recibieron el manifiesto con  complacencia. Desde siempre habían tendido a embridar a la  Confederación, a hacerla siempre entrar por los cauces que convenía a  los intereses políticos -y si esto fracasaba, entonces se ponía en  marcha la política de exterminio-. Los políticos catalanistas, sobre  todo, juzgaron favorable la ocasión e influyeron para hacer estallar el  cisma en ciernes.

Los Treintistas comenzaron a ser desplazados de todas sus  responsabilidades orgánicas. Los sindicatos de Sabadell, con más de  20.000 afiliados y partidarios del Treintismo, fueron expulsados de la  Confederación. Este hecho condujo a la escision que originó los llamados  Sindicatos de Oposición. El larvado proceso reformista de Pestaña, ya  fuera de la CNT, reveló toda su trascendencia en el clímax final, con la  creación a finales de 1932 del Partido Sindicalista, que, por otra  parte, al aspirar a constituirse en motor e inspirador de los sindicatos  obreros, confirmaría las tesis de sus opositores. El Partido  Sindicalista marcó una ruptura formal con el anarquismo y su evolución  hacia un sindicalismo político inspirado en el laborismo inglés.

Ya por esta época, coincidiendo con la caida de los treintistas, se  crearon los cuadros de Defensa Confederales, con la idea de dotar al  anarcosindicalismo de un aparato paramilitar con el que, en su día,  poder batir victoriosamente a las fuerzas armadas. Los cuadros de  defensa, organizados territorialmente en zonas muy delimitadas respecto a  otros grupos, formados por seis miembros, con tareas muy precisas de  carácter informativo, de espionaje e investigación, eran la organización  armada clandestina primaria de la CNT.

La CNT, exasperada por la política monopolizadora  de los   socialistas en el Ministerio de Trabajo, comenzó una etapa  insurreccionalista para cobatir a un rñegimen republicano que se había  propuesto neutralizar el anarcosindicalismo. Fue entonces cuando comenzo  a hablarse de la llamada "gimnasia revolucionaria". Las  huelgas, disturbios y asaltos que culminaban con la proclamación del  comunismo libertario se sucedieron en diversos puntos del pais a lo  largo de los años venideros. Mención especial merecen los sucesos de  Casas viejas en 1933. La matanza llevada a cabo por la guardia civil,  mandatada por el gobierno republicano, resultó prodiga en   consecuencias. Conocidos los hechos en el resto del país, se produjo un   gran escándalo periodístico y parlamentario, que teminó por  provocar  la caída de Manuel Azaña como Presidente del Consejo de Ministros, así   como el desprestigio del gobierno republicano por parte de las clases   populares.

Casas  Viejas.
Momento   en el que cuentan a los ejecutados en Casas Viejas.

Así se saldaría la primera experiencia de gobierno a cargo del   socialismo español, que la había perseguido con tenacidad a través de   largos y tediosos años de historia parlamentaria.

La crisis del gobierno Radical-Socialista provocó la convocatoria de   nuevas elecciones generales para noviembre de 1933 que dieron  una  amplia victoria a la derecha. El anarcosindicalismo asistía con atención  a la evolución del  socialismo, que había sido arrojado del poder y se  entragaba a amargas  lamentaciones. Desahuciados, los socialistas,  pensaban ahora en la  revolución. Pero la CNT no olvidaba su gestión en  el gobierno.

En este contexto se produjo la revolución de octubre de 1934, que  principalmente se dio en Asturias y un poco en Cataluña, donde CNT  participó activamente. En el resto de España no hubo sino huelgas y  violencias esporádicas.  La represión estuvo a la altura de las mayores  represiones de todas las  épocas. Las empresas mineras despidieron en  masa a los trabajadores y  solamente los admitieron luego de depuración  previa. Hubo numerosísimas  ejecuciones y más de veinte mil personas  fueron a parar a las cárceles. La amplitud del movimiento de Asturias,  si bien logro el objetivo de quebar el gobierno radical-cedista,  desbordó sin duda las  previsiones de los estrategas socialistas.

Finalmente, las elecciones de febrero de 1936 dieron la victoria al  frente popular y Azaña fue nombrado Presidente de la República. Pronto  empazaron a cundir rumores acerca de la preparación de un gope de   estado. Mientras, se incrementaban las huelgas y las ocupaciones de   tierras por los campesinos, a lo que el gobierno respondió con el envío   de sus fuerzas para reprimirlas. También en las grandes ciudadades   estallaron numerosas huelgas de mayo a junio.  Especialmente importante   fue la huelga en junio de la construcción en Madrid, a la que acabarían   sumaándose cien mil trabajadores. El impulso cobrado por la CNT en   Madrid era, a la sazón, impresionante. El crecimiento de la   Confederación se hacía a expensas de los sindicatos ugetistas.

17 de julio de 1936 el ejército del norte de Marruecos  y diversas   guarniciones peninsulares dieron un golpe de estado. El poder plítico,   impotente, empavorecido, atomizado, lo recogió el pueblo en la misma   calle.

El 19 de julio la sublevación llegaría a Barcelona donde en treinta y  tres horas la clase trabajadora sofocaría el  levantamiento fascista.  La victoria fue ampliamente celebrada en la  ciudad condal. Al mismo  tiempo, el pueblo, que se había apoderado de las  armas, se  lanzó a la  revolución social con el binomio   CNT-FAI a la  cabeza. Grupos  armados  se desplazaron a toda la región y Tarragona, Gerona y  Lérida   siguieron la suerte de Barcelona. La CNT y la FAI quedaron  dueñas   absolutas de la vida de Cataluña, comenzando así lo que pasaría a la  historia como la revolución social española. Sin embargo,  rechazada la propuesta de García Oliver y de la Comarcal del Bajo  Llobregat de ir a por el todo, se creó el Comité Central de  Milicias Antifascistas, compuesto por todas las fuerzas "de  izquierda" de Cataluña, y que pasó a convertirse en una órgano  paralelo a un gobierno de la Generalitat fantasma. De cualquier manera,  aunque no se había aprobado ir a por el todo, el hecho es que   la clase trabajadora catalana, impaciente, se lanzó a la colectivización   de las tierras y de los medios de producción.

El  pueblo en armas. CNT-FAI.
19  de julio de 1936. El pueblo en armas.

A las cuarenta y ocho horas del alzamiento el país se  hallaba   dividido  en dos zonas: en general, las provincias agrarias,  Galicia,   Castilla,  León, Aragón, Navarra y Andalucia, quedaban en  poder de los   nacionales;  mientras Cataluña, Levante, Asturias, Pais  Vasco y Madrid   bajo el  dominio de la República.

En Cataluña, el 24 de julio la Columna Durruti, formada por  unos  2.500 milicianos, salió de Barcelona y se dirigió hacia Zaragoza, con el  objetivo de liberar la ciudad del yugo fascista y  así extender la  revolución social. Pero el decreto de militarización de las Milicias  Populares produjo un   gran descontento entre los milicianos  voluntarios. Tras largas y  enconadas discusiones, parte de los  milicianos abandonaron los frentes. En febrero de 1937 se celebró una  asamblea de columnas confederales   que trató la cuestión de la  militarización. Las amenazas de no   suministrar armas, alimentos, ni  soldada, a las columnas que no   aceptaran la militarización, sumada al  convencimiento de que los   milicianos serían integrados en otras  unidades, ya militarizadas,   surtieron efecto. La ideología   de unidad  antifascista y la colaboración de la CNT-FAI en las tareas    gubernamentales, en defensa del Estado republicano, triunfaron contra la    resistencia a la militarización. Nuevo error que el anarquismo  español pagaría muy caro.

El 4 de   noviembre de 1936, ya disuelto el comité de milicias  antifascistas, la CNT entró en el gobierno republicano de Largo  Caballero,  siendo los titulares   designados por la misma CNT: Juan  García Oliver  (Ministro de Jusiticia), Federica   Montseny (Sanidad),  Juan Peiró  (Industria) y Juan López (Comercio). Naturalmente hubo  muchas críticas que vinieron del anarquismo y anarcosindicalismo  exterior, asi como muchas oposiones  internas a la actitud    gubernamental de la CNT, pero tampoco los  opositores lograron señalar    una alternativa convincente para la masa  confederal. Y en realidad,    también hubo una complicidad inconfesada en  muchos militantes enemigos    de la colaboración, quienes criticaban al  mismo tiempo que dejaban    hacer. Las circunstancias impuestas por una guerra implacable  determinaba de    modo paulatino la absorción por el estado de los  órganos populares    creados por el impulso revolucionario. Trataría de  controlarlos    primero, enmarcarlos posteriormente en la legalidad y  destruirlos al fin    brutalmente.

A pesar de los muchos proyectos y decretos promulgados por los cuatro  ministros anarquistas, la realidad es que su labor  en el gobierno se  vio muy limitada por  la  escasa duración de su mandato, que no llegó a  alcanzar un semestre. El  Partido Comunista ya llevaba tiempo planeando  el asalto al poder   ejectuvo y en mayo de 1937 Negrín fue colocado al  frente del ejectuvio, en detrimento de Largo Caballero.

Milicianas.
Milicianas  de la CNT-FAI.

A partir de entonces el avance del stalinismo fue imparable. Ya la  situación conflictiva entre las tendencias que se proponían la   revolución por la base (los anarquistas y la CNT), y la conquista del  poder político por la  cúspide (los comunistas, el PCE y el PSUC),  culminó el 2 de mayo con el ataque por sorpresa en Barcelona de  doscientas  unidades de las Fuerzas de Asalto comandadas por las cúpulas  comunistas al  edificio de la Telefónica, entidad que estaba incautada  por la CNT. Comenzó así un enfrentamiento en las calles de la ciudad  entre la CNT-FAI y el POUM, por un lado, y el PSUC y la UGT por otro.  Los Comités de la CNT tratataban de demostrar la extralimitación de   funciones del consejero de Seguridad Interior y mientras, la radio   CNT-FAI, difundía sin cesar procalamas tendetes a imponer el "alto el   fuego". Estas proclamas frenaron el impulso ofensivo de los cuadros de   base, desconcertados por la actitud conciliadora de los Comités   responsables. Estas vacilaciones eran aprovechadas por sus enemigos para   conquistar nuevas posiciones.

Al fin se logró el apaciguamiento y la CNT creyó, o quiso creer en la   vistualidad de aquella paz, pero la verdad fue que a partir de aquel   momento, el equilibrio de fuerzas políticas en Cataluña se venció del   lado del PSUC y la Generalitat. La contrarrevolución  republicana-stalinista había triunfado y se formó   un nuevo Gobierno de  coalición -en un intento de  mantener la ficción de  la  unidad-,   siempre presidido por Companys. Esto afectaría al desarrollo de la  contienda en todo el país y la unidad antifascista quedaría en lo  sucesivo como mero tema para la propaganda y el  proselitismo  partidista.

A raiz de los sucesos de mayo, se decretó la destrucción de las  colectividades campesinas, que fueron asaltadas militarmente. Las   tierras y herramientas de  los colectivistas fueron entregadas a los   viejos propietarios  expropiados. Más de 600 militantes de la CNT fueron   detenidos, hubo  entre ellos muertos y heridos, y más de un millar   tuvieron que emigrar a  otras regiones o buscar refugio en las   trincheras amigas.

Estos hechos señalaron el fin de la revolución social y el    principio de la hegemonía stalinista en el ámbito de la República, una    contrarrevolución llevada a cabo por los partidos comunistas    (PCE-PSUC), dirigidos  por Dolores Ibárruri ("La Pasionaria") y   Santiago Carrillo, a su  vez teledirigidos desde Moscú. La revolución   española había sido  destruida y el stalinismo se hizo hegemónico en   aquella república  burguesa que, paradójicamente, carecía de apoyos   sociales burgueses,  pues la gran burguesía catalana y vasca se habían   adherido a la  sublevación militar e instalado en Burgos, sede del   fascismo que habría  de triunfar finalmente bajo el caudillaje del   genocida Francisco Franco.

La experiencia colectivista que se desarrolló en Cataluña entre     julio   de 1936 y enero de 1939, a pesar de que no pudo alcanzar     plenamente   sus objetivos debido a los condicionamientos y dificultades     con que   tuvo que enfrentarse, constituye una de las   transformaciones más     radicales del siglo XX. Transformación que   afectó todos los aspectos  de    la vida política, económica, social y   cultural no solo de la región  sino del país entero.

El 26 de diciembre de 1938 caía  Cataluña. La  retraguardia de la  zona, hambrienta y desmoralizada, se resignaba a la  derrota. El 10 de  febrero el ejército nacional ocupaba el último tramo  de los pirineos,  cerrando asi las fronteras. El 27 de febrero de 1939 Azaña dimitió de la  presidencia de la República y el  4 de marzo Negrín y los dirigentes  comunistas abandonaron España. Entonces se conocieron las condiciones  fijadas por el  gobierno del general Franco: rendición total. No había  negociación  posible. A partir de entonces en la zona republicana se  vivió como en  una pesadilla.

Puerto de Alicante. Guerra Civil.
Puerto    de Alicante. 1 de abril de 1939, final de la guerra.
Concentración    de tropas fascistas italianas. Todos miran hacia el Malecón, donde,    tras un caótico
rebujo   de vehículos abandonados y el humo de las hogueras de los huidos, se   vislumbra una masa humana.
Son   los 20.000 republicanos que se habían  refugiado en la estrechura del   muelle a la espera –vana-
de   que alguno  de los numerosos barcos tantas veces prometidos se   aproximaran al puerto
para   embarcar hacia cualquier lugar en busca de la salvación.

El 1 de abril de 1939 el ejército nacional dictó el último parte. La   guerra civil había terminado, dando paso a la instauración de un  régimen  fascista con Francisco Franco auto-erigido Caudillo de España  que  durante los primero años pondría especial enfasis en perseguir y   exterminar a los disidentes políticos. Había terminado la guerra pero la  paz no había llegado. Ni llegaría.

El destierro de los refugiados fue muy diverso. Los menos   consiguieron un pasaje para América Latina. Francia fue el asiento de la  gran masa de emigrados, siguiendo luego  Inglaterra y África del Norte,  ya en un tono menor. Aquellos que tenían aval de  un deudo o un amigo  podían abandonar los campos de refugiados en Francia y hallar un trabajo  para  mitigar su miseria. Otros muchos fueron a parar a los campos y a  las  gigantescas obras hidráulicas («barrages») a la sazón en  marcha en el país vecino.  Otros muchos fueron a alistarse a la legión  extranjera o a los  batallones de trabajadores.

En noviembre de 1941, bajo la mirada de la Gestapo -las tropas de   Hitler ya habían tomado Francia- los hombres del Barrage formaron la  Comisión organizadora del  Movimiento Libertario Español en Francia, el  cual agrupaba a hombres de  las tres ramas (CNT, FAI, FIJL). La  reorganización se extendió a la zona libre y a la ocupada, llegando  conel paso del tiempo a todos los puntos del pais. Poco antes  del  desembarco aliado en la playa de Normandía, quedó vertebrada toda la   CNT en Francia. La CNT continuaba siendo, por el número de sus   militantes y actividad, la organización más importante del exilio   republicano. Pero tras el final de la II Guerra Mundial el sector  mayoritario dio por cerrado el periodo de colaboración y  gubernamentalismo, a lo que se oponían una minoría, esto terminó por  generar una escisión en el exilio en dos ramas que no se reunificarían  hasta 1960.

En el interior, la represión que ejerció el franquismo durante los  primeros año fue sanguinaria. Entre 1939 y 1944 fueron fusiladas un  total de 190.694 personas. Esto no supuso un impedimento para que ya  desde 1939 la CNT comenzara a reorganizarse en el interior. Los comités  Nacionales caían constantemente pero a pesar de ello la Confederación  experimentó un pequeño augeo quedando prácticamente vertebrada en todo  España. Comenzó la agitación en la universidad, los golpes de mano de  los  guerrilleros de El Maquis y las luchas de la guerrilla urbana en   Barcelona alentadas por el movimiento libertario en el exilio.

Sin embargo, al finalizar la guerra mundial ya había quedado claro  que las potencias occidentales no iban a intervenir en España, por lo  que se recrudeció la represión del regimen a partir de 1947 la CNT en el  interior comenzó su declive, extinguiendose  paulatinamente.

En 1961 se creo un organismo secreto, desde el exilio, conocido como Defensa  Interior (DI), con el objetivo de  dinamizar la accion armada y  conspirativa contra el franquismo y que  tenía como blanco principal la  eliminacion del general Franco. DI quedó formado por cuatro  conocidos militantes exiliados  en Europa, dos en America y uno en  Africa: por la CNT en Europa, Acracio  Ruiz y Cipriano Mera; por la FAI y  representando al exilio libertario  en America y Europa  respectivamente, Juan Garcia Oliver y Germinal  Esgleas; por la FIJL,  Octavio Alberola; y representando a la CNT en  Africa, Juan Jimeno.  Pronto se realizaron las primeras acciones. En Junio de 1961  estallaron  artefactos explosivos en Madrid, para posteriormente realizar  actos  similares en Valencia y Barcelona y culminar en Agosto con  explosiones  en el Valle de los Caidos y en San Sebastián, en las  cercanías de la  residencia de verano de Franco. Sin embargo la presión de las  autoridades francesas y la colaboración  de las policías de ambos países  fueron dificultando la acción de DI que terminaría por desaparecer.

Aún así, la década que va desde 1955 hasta 1965 fue en realidad un  tiempo   sombrío para el anarcosindicalismo español y no pocos  vaticinaban -una   vez más- su extinción. Pero con la paulatina caida  del régimen la CNT comenzó su reconstrucción. En el verano de 1975, la  sensación de desmoronamiento del régimen era    omnipresente.

Finalmente, el dictador moriría en Madrid el 20 de noviembre de     1975. Tras su muerte, los mecanismos sucesorios funcionaron como  el    dictador había dejado atado y bien atado y Juan Carlos de    Borbón  fue investido rey el 22 de noviembre del mismo año,  siendo    aceptado  con escepticismo tanto por los adeptos al régimen como por la    oposición  democrática. Se inició así el proceso conocido como   Transición   Española y su -no tan mencionada- guerra sucia.

El 6 mayo de 1977 la  Confederación Nacional del Trabajo   fue  legalizada, lo que contribuyó a su desarollo. La CNT, última  organización sindical en ser  legalizada,  confirmó en esta etapa sus   clasicismo  revolucionario:  rechazaba los contactos o componendas con  el  estado o  con el  empresario en al cúspide. Durante estos meses se  declinó una  invitación  para  dialogar con el ministro de Relaciones  Sindicales y  otra para  participar  en la OIT (Organización  Internacional del  Trabajo)  por su  carácter intergubernamental y  antiobrero a todas  luces.

Al poco tiempo se hizo evidente el fracaso de la ruptura con el  franquismo y la domesticación de los sindicatos. Creció así la sensación  de traición y derrota entre los militantes más  combativos de la clase  trabajadora, sobre todo entre los afiliados a  los partidos comunistas  que, iritados y decepcionados, recalaron en los  sindicatos de la CNT,  que mantenía un discurso radical y antipolítico en  el que ellos se  reconocían. En muy pocos meses, los sindicatos  cenetistas crecieron en  número y afiliación pero, a cambio, se vieron  reforzados por afiliados  ajenos al anarcosindicalismo. En cualquier caso, la CNT ya era un  sindicato plenamente  consolidado, lo que se pudo comprobar en los  mitines de San Sebastián de los Reyes o el de Montjuich, que congregó a  más de doscientis mil personas.

Mitin de Montjuich de la CNT en 1977. Barcelona.
Mitin  de la CNT en Montjuich. Barcelona.  2 de julio de 1977.

Todo parecía apuntar a un gran renacimiento de la CNT, no sólo como   organización sindical, también como aglutinante de un importante   movimiento libertario que conectaba con un amplio movimiento social   contestatario. La CNT parecía revivir pasando factura a casi cuarenta   años de dictadura y de falta de libertades, encabezando los anhelos, las   ansias de libertad y los deseos de cambios radicales y en profundidad   de amplios sectores de la población española.

En medio de una fuerte conflictividad social tuvo lugar en  octubre  de 1977 la firma de los Pactos de la Moncloa. Estos acuerdos  fueron  firmados entre el Gobierno de España,  presidido por Adolfo Suárez y los  principales partidos políticos con  representación parlamentaria en el  Congreso de los Diputados. Los  pactos supusieron la imposición  definitiva de la reforma política sobre la ruptura con el  franquismo.  Si la  futura Constitución tenía una gran  importancia en lo que se   refería a  establecer las reglas básicas del  juego político, el pacto   social  tendría una importancia también  trascendental, ya que sería lo   que  permitiría reconstruir la paz social y  la disciplina en el mundo   del  trabajo español. Algo sin duda  imprescindible en un país en donde   la  clase obrera había adquirido una  gran capacidad de  autoorganización   capaz de sobrepasar a comités y  burocracias  sindicales. Había que restablecer una situación de  sometimiento,    imprescindible para afrontar una crisis económica que se  pensaba    resolver con un ajuste duro que, por supuesto, debían pagar los     trabajadores.

Por lo tanto, una parte fundamental de los Pactos de la Moncloa era   como controlar al movimiento obrero y a los sindicatos  al margen de   CCOO y UGT, es decir a la CNT. Fue aquí por lo tanto donde se creó y   preparó la colaboración de clases (concertación social), para lo que se   tomó como ejemplo la socialdemocracia alemana. Así nacían los comités  de empresa (sindicalismo de nuevo  tipo) nefastos para  la lucha no sólo  en lo económico, sino también en  lo organizativo y  unitario como  clase, ya que parcializaban las luchas  empresa por empresa,  cuando las  luchas y las reivindicaciones eran  globales. En realidad, los comités  de empresa eran (y son) de naturaleza   antisindical,  puesto que la  actividad sindical sólo consistía en   depositar un voto en  una urna  cada cuatro años, y los trabajadores   -supuestamente  representados en  su conjunto por el comité- no sentían   la necesidad de  organizarse  para luchar por sus intereses.

Al poco tiempo UGT y CCOO aceptaron firmar el documento y la CNT pasó  a ser el único  gran sindicato que nucleaba un frente contra el pacto  social en el que  se agrupaba buena parte de la izquierda radical, otros  sindicatos de  corte asambleario y algunos movimientos sociales. Pero  lo que convertía a  la CNT  en un peligro potencial no era su fuerza en  aquel momento, sino  su  posible capacidad para encauzar el descontento  social que   inevitablemente iba a producirse.

El 15 de enero de 1978 la CNT organizó una manifestación en   Barcelona contra la firma de los Pactos de la Moncloa y las elecciones   sindicales. En la misma se juntaron alrededor de 10.000 trabajadores que   seguían oponiéndose a ese pacto social y que era prueba evidente de la   gran capacidad de convocatoria que tenia la CNT en aquellos momentos.  Terminada la manifestación, tuvo lugar un ataque con cócteles Molotov   contra la sala de fiestas más conocida y de más éxito de Barcelona en   aquellos momentos, la sala "Scala". El resultado inmediato fue la   muerte de cuatro trabajadores de la sala, tres de los cuales eran  afiliados de la  propia CNT. La duda y la incredulidad siguió siendo la  tónica general hasta que, tan sólo cuarenta y ocho horas después, un  comunicado de la policía informó de la detención  de todos los presuntos  autores del atentado, a quienes inmediatamente se  les relacionó con la  CNT. En los días posteriores fueron detenidas alrededor de 170 personas  más,  al mismo tiempo que se desataba una imponente campaña de  descrédito  contra la organización confederal por medio de los medios de   comunicación y de los aparatos represivos del estado, que vieron la   ocasión de amordazar y destruir la única fuerza con cierto peso social   que amenazaba la amplia operación de blanqueo de la dictadura franquista   y de los propios franquistas: los Pactos de la Moncloa.

Foto. Manuifestación del 1 de mayo en Madrid. 1976.
1º   de Mayo de 1976. Manifestación en Madrid.

El tiempo demostraría que el atentado fue producto de un montaje  policial orquestado mediante confidentes infiltrados en el  sindicato y  la infiltración del confidente, Joaquín Gambín, quien había dirigido el  atentado. Peor ya era demasiado tarde, el Caso Scala marcó el  fin del crecimiento espectacular de la CNT y del  movimiento libertario  en general, y el inicio de su decadencia acelerada. Supuso el  frenazo  de una organización que crecía a ojos vista, el acentuamiento  de sus  divisiones y un descrédito que arrastró la organización  confederal que  quedó ampliamente desautorizada socialmente y  prácticamente  neutralizada: se consumó el gran Pacto de Estado de la  Transición y de  la nueva Democracia Española, sin oponentes.

El periodo entre 1979 y 1983 estuvo marcado por las escisiones que  sufrió la anarcosindical, producto de la postura mantenida por parte de  los sectores minoritarios en favor de participar en las elecciones  sindicales a comités de empresa, copia sin retoques de los Jurados  Mixtos, los Comités Paritarios y los  Jurados de Empresa que siempre  rechazó la CNT y que fueron causa de su  marginación con la dictadura de  Primo de Rivera y con la Segunda  República y motivo de exclusión de la  lucha  sindical en el seno de la CNS franquista. Es importante señalar  que estas escisiones no se habrían producido sin la intervención  estrella del gobierno del PSOE, deseoso de hacer pasar a la CNT por el  aro del sindicalismo institucionalizado. Alfonso Guerra, vicepresidente  del gobierno, llegó a mantener reuniones secretas con José Bondía,  entonces secretario General de la CNT, al que le hizo una serie de  suculentas promesas que ponían sobre la mesa una auténtica oferta de   compra de la CNT. Producto de estas escisiones como resultado del  entramado gubernamental fue la creación de la CGT, organización que aún a  día de hoy mantiene su misión de tratar institucionalizar el  sindicalismo revolucionario y encauzar la rebeldía de la clase  trabajadora. Tal y como el PSOE había esperado.

La Confederación Nacional del Trabajo había retomado sus esencias,   pero no sin pagar  un alto precio: una dolorosa ruptura sindical, una   considerable pérdida  de militantes y una sensación de amargo desencanto   que tardaría en superar. Tras el calvario vivido a lo largo de la  década de los noventa, época en la que se podría destacar las luchas por  la recuperación del patrimonio sindical histórico, la CNT entró en el  siglo XXI exhausta. Fue entonces cuando comenzó a experimentar un  crecimiento, enmarcado dentro de un contexto de revitalización del  anarquismo a nivel global, especialmente en los últimos tres o cuatro  años; un auge que se puede constatar si examinamos el notable incremento  de conflictos laborales y la creación de nuevos nuevos núcleos y  sindicatos confederales en diversos puntos del estado.

Paz a los hombres y guerra a las instituciones.
+INFO:  http://madrid.cnt.es/historia/


Bibliografía:
  • "El proletariado militante" (Anselmo Lorenzo, 1901)
  • "La anarquía a través de los tiempos" (Max Nettlau, 1935)
  • "Historia del anarcosindicalismo español" (Juan Gómez Casas,  1973)
  • "Historia de la FAI" (Juan Gómez Casas, 1977)
  • "El eco de los pasos" (Juan García Oliver, 1978)
  • "El relanzamiento de la CNT, 1975-1979" (Juan Gómez Casas, 1984)
  • "AIT, la Internacional desconocida" (Fidel Gorron Canoyra, 1986)
  • "Antología Documental del Anarquismo Español" (Franciso Madrid y   Claudio Venza, 2001)
  • "Ministros anarquistas" (Dolors Marín, 2005)
  • "El anarcosindicalismo en el decurso histórico" (José Luis   García  Rua, 2007)
  • Periódico CNT - http://www.periodicocnt.org/
  • Periódico Solidaridad Obrera - http://soliobrera.cnt.es/
  • Periódico Tierra y Libertad -   http://www.nodo50.org/tierraylibertad/