El Primero de Mayo debe servirnos para mostrar con fuerza nuestro más
firme rechazo a la actual situación socioeconómica. Pero más allá de la
situación actual, es necesario reivindicar y mantener el legado
histórico de esta fecha y su significado. Sin querer con esto caer en la
mitificación, debemos rechazar un 1º de Mayo como un simple día
festivo, porque desvirtúa su origen de lucha obrera. No es sino debido a
un proceso de asimilación por parte del sistema, que la jornada de
protesta internacional surgida de los famosos sucesos de Chicago es
convertida en festividad por parte de gobiernos para vaciarla de
contenido. De esta forma, se pasa de una jornada de lucha y desafío al
capital repetida anualmente, a la “fiesta del trabajador”, “fiesta de
San José Obrero” durante la España franquista, o actualmente “fiesta del
trabajo”...
Sin embargo, que no debamos olvidar su orígen, no significa que la
lucha deba estar sujeta al calendario de efemérides. La lucha tiene que
ser una construcción cotidiana que dé la necesaria respuesta a los
graves ataques que sufrimos día a día, sin olvidar nuestra justa
aspiración a un mundo mejor a través de un cambio profundo, radical, de
la sociedad y la economía, que solo puede ser protagonizado por la clase
obrera.
No vamos a enunciar aquí ni la larga lista de robos y abusos, ni las
injustas condiciones a las que someten nuestras vidas los de siempre:
banqueros, políticos, empresarios y demás calaña. Digamos, por
simplificar, que todos los problemas forman parte de uno solo: el
sistema capitalista.
Ellos, como clase social, con sus decisiones y actos persiguen un
único objetivo: el de mantener sus beneficios y privilegios a través de
un sistema social basado en la dominación y la explotación del resto de
las personas, considerándonos mercancía, ganado sin dignidad, sin
derechos ni control sobre nuestras vidas. Nos preguntamos qué es
necesario para responder y actuar "como ellos". Es decir, como una misma
clase, organizada y con un único interés final: liberarnos del yugo
capitalista.
Estamos obligados a hacerlo, ya que el sistema nos quiere convencer
de que somos individuos inconexos, aislados, incluso mejores que otros
en base a identidades culturales, religiosas, futbolísticas,
nacionales... para convertirnos en meros consumidores o en simples
productores. En definitiva, hacen todo lo posible para crear divisiones,
barreras, fronteras que solo sirven para impedir que nos encontremos y
nos reconozcamos como lo que somos: una misma clase, explotada,
excluida, dominada y utilizada. Tenemos que levantarnos y plantarles
batalla.
En el momento actual de la crisis, o mejor dicho reestructuración
capitalista, el gobierno proyecta en los medios un discurso triunfalista
tan falso como insultante, intentando engañar a la población con el
palo y la zanahoria de un próximo desenlace feliz, o usando simplemente
el palo con quienes no se creen el cuento y permanecen comprometidos con
la movilización social extendiendo la conciencia de clase a todas y
todos los trabajadores que ya han percibido que el sistema que les
vendieron como mejor de los mundos posibles, no sirve.
Sería un paso atrás abandonar la movilización, seducidos por
soluciones “fáciles”, y caer en la trampa de delegar la lucha en el
voto. La inminencia de elecciones proporciona a muchas personas la
ilusión de una salida tangible al colapso social al que nos han llevado.
Desde CNT afirmamos que la vía electoral sólo es un camino sin salida,
que la baraja y las normas las pone el poder y no hay manera de ganarle a
su juego, y que las buenas intenciones no bastan, porque como dijo
algún revolucionario célebre “es el trono el que está embrujado”.
El 22M ha sido un ejemplo de movilización, que ha supuesto un punto
de inflexión desde el momento en que ha supuesto un éxito rotundo a
pesar de la censura previa y la posterior criminalización en los medios,
y se ha organizado al margen de CCOO, UGT y los grandes partidos
políticos.
Hay que recuperar la capacidad de autoorganización obrera. El 22M
debe ser un antes y un después; el próximo paso es ser capaces de poner
en marcha una huelga general organizada desde abajo, sin necesidad de
convocatorias lanzadas desde arriba por las cúpulas del sindicalismo
oficial. Conseguir esto supondría un avance real en la lucha, mayor que
cualquier resultado electoral.
El Primero de Mayo sigue siendo importante, por su esencia
internacionalista y obrera, por su valor combativo y de reivindicación.
Reclamamos el Primero de Mayo por orgullo obrero, ya que históricamente
fue una demostración de fuerza de los trabajadores y trabajadoras en
todo el mundo, que servía para recordar a los poderosos que estábamos
enfrente, dispuestos a pararlos y a derrotarlos.
Sí, el Primero de Mayo era una huelga general mundial. Casi nada.
Parece un cuento, pero no, es nuestra historia, la del movimiento
obrero.
Por eso, ahora, Primero de Mayo, debemos continuar con la
movilización, seguir en la calle, seguir sumando y ser más fuertes,
para que los de arriba empiecen a dormir con un ojo abierto,
intranquilos, porque los de abajo hemos comenzado a despertar, y
nuestros sueños son sus pesadillas.
Salud y revolución social